LLevo presentando en público prácticamente toda mi vida adulta. Empecé en mis primeros años de trabajo: reuniones internas de equipo, informes para clientes pequeños y algún que otro evento de poca importancia.

En aquella época mis presentaciones consistían básicamente en leer en voz alta un Power Point o comentar algún documento. Digamos que nunca recibí elogios por mis habilidades como comunicador, tampoco críticas. Y me conformaba con eso.

Lo cierto es que no era un buen orador. Yo lo sabía, mis jefes también. 

Para serte sincero debo reconocer que sentía algo de frustración, preocupación y a veces envidia. Algunos de mis colegas eran buenos comunicadores y eso me ponía en desventaja.

En algún momento llegué a preguntarme si realmente tenía el talento natural necesario para comunicar a su nivel. Incluso pensé que no tenía sentido preocuparme por algo que escapaba a mi control.

Lo cierto es que pasaron años sin que hiciese nada para cambiar esa situación. Dejé pasar oportunidades de todo tipo por no tener la confianza para, de verdad, hacer oír mi voz.

Ahora te pido que me acompañes hasta Barcelona, España, el 21 mayo de 2017.

Estamos en el Salón de un Gran Hotel de cinco estrellas. Es la Ceremonia de Premiación del Concurso Anual de Oratoria de España celebrado por Toastmasters International. Con más de 300.000 miembros, Toastmasters es la organización más grande del mundo dedicada al desarrollo de habilidades de comunicación.

Llega el momento cumbre de la noche. Desde los altavoces del amplio salón se escucha la voz solemne de la maestra de ceremonias que dice: “Y el primer lugar en el Concurso de Discursos en Español es para…Juan Carlos Durán.”… ¡Explosión de aplausos y vítores de los asistentes! 

Los jueces del concurso me habían dado el primer lugar. Me sentí tan orgulloso, que casi podía flotar.

De entre más de cien participantes de 50 clubes de oratoria de toda España, dedicados a cultivar el arte de la oratoria, yo había quedado el primero. Yo, que años antes me limitaba a ¡hacer karaoke con Power Point!  

Un punto adicional que lo hizo aún más especial, fue que había sido el primer orador que no era español que lo lograba (y lo sigo siendo hasta la fecha de hoy.)

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¿Qué había pasado?

Casi una década antes, había decidido que ya era suficiente. Tomaría  al toro de la indolencia por los cuernos: había llegado la hora de aprender a hablar en público, de verdad.

Durante los siguientes años tomé cursos de hablar en público, me apunté a clubes de oratoria, leí libros, consumí videos, escuché podcasts, asistí a talleres de PNL,  escritura creativa  y aún más. 

Si encontraba algún recurso que me pareciese útil o interesante lo tomaba, sin importar el precio, tiempo o esfuerzo necesarios. Y practiqué. Mucho. En cada oportunidad que podía, me obligaba a hablar en público, a pesar de mis nervios. Así, como se dice vulgarmente, “picando piedra”, fui descubriendo, las técnicas y secretos que los grandes oradores emplean en sus presentaciones y discursos.

A medida que mi habilidad de comunicar mejoraba, me atrevía a encarar desafíos que tiempo atrás me habían parecido simplemente inalcanzables y con muy buenos resultados. 

Ofrecí conferencias en grandes auditoriospresenté eventos, di discursos en representación de organizaciones, ofrecí clases en Universidades y, como ya sabes, me convertí en campeón de oratoria de España. 

 

Al ver mi rendimiento se me acercaron personas a pedirme ayuda con sus comunicaciones. Primero gente de mi círculo inmediato, después personas que no conocía directamente. 

Ejecutivos de empresa, comerciales, servidores públicos, emprendedores, políticos, son algunos de los profesionales con los que he trabajado, además de colaborar con empresas y organizaciones de todo tipo.

Resumiendo, he ganado tanto en confianza que, como dice mi mujer, ahora lo difícil ya no es hacerme hablar, sino que calle. 

En todo este proceso descubrí tres cosas importantes. 

Primero, me di cuenta de que la comunicación es mi “elemento”, según el genial concepto del gurú de la educación Ken Robinson: la intersección entre algo que se te da muy bien y que además disfrutas haciendo. 

Segundo, los oradores no nacen, se hacen. Saber hablar en público no es un talento innato o natural; es una habilidad. Se puede aprender y mejorar. La prueba de ello soy yo mismo. Tú también puedes lograr grandes resultados, si te lo propones.

Tercero, cuando mejoras tus habilidades de comunicar en público se abre ante ti un mundo de posibilidades. Ganas en carisma, confianza, auto estima y te haces más valioso para los demás. Te atreves a perseguir objetivos que, de otra manera, ni considerarías.

Así, hoy por hoy, con toda ese conocimiento y experiencia acumulados, muchos me consideran un experto en oratoria, lo cual es halagador. 

Pero para mí lo verdaderamente importante es que ayudo a otras personas que, al igual que yo en su día, buscan llevar sus habilidades de comunicación al siguiente nivel, para acercarse así al logro de sus sueños y objetivos.

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