¿Hace falta actuar para hablar en público con impacto?
Hace unos días, uno de mis clientes, alto directivo de una empresa, me hizo una pregunta muy interesante mientras preparábamos una intervención que debía hacer en una gala de premiación.
Al explicarle la conveniencia de enfatizar con la voz ciertas palabras para ganar en expresividad al leer un discurso, observó:
“Entonces, Juan Carlos, ¿debo actuar cuando hablo en público?”
Es una pregunta que varios clientes me han hecho a lo largo del tiempo. Y casi siempre viene acompañada de una preocupación profundamente humana: el temor a parecer falso o a sentir que uno tiene que convertirse en alguien que no es.
¿Cuál fue mi respuesta? La reservo para el final del post. Antes, permíteme compartir algunas ideas y reflexiones importantes para entenderla.
LA FLEXIBILIDAD DEL HABLA
Las personas cambiamos nuestra forma de hablar según el destinatario. No hablamos igual con un adulto que con un niño, ni con un jefe que con un subalterno, ni con un amigo que con un desconocido.
Ajustamos el lenguaje, el tono y el ritmo al interlocutor para que la conversación funcione.
¿Estamos “actuando” cuando hacemos eso? ¿Estamos siendo falsos?
Evidentemente no.
Estamos siendo flexibles, adaptándonos a lo que consideramos exige cada situación.
Esa capacidad de adaptación no requiere ninguna formación especial, nos sale espontáneamente. Es auténtica, es parte de la naturaleza comunicativa del ser humano. Lo hacemos todos, todo el tiempo.
Eso, en conversaciones privadas. Pero ¿qué ocurre cuando llevamos esa flexibilidad al terreno del hablar en público?
HABLAR EN PRIVADO VS. HABLAR EN PÚBLICO
Hablar en público también es un acto flexible. Nos dirigimos a audiencias de personas con unas características particulares y nos adaptamos a ese público en particular, aún tratando un mismo tema. Cambiamos el lenguaje, el tono, el ritmo.
No es lo mismo, por ejemplo, presentar un informe técnico a un comité directivo que explicar ese mismo informe a un equipo operativo que necesita pautas claras de acción. O no es igual explicar un concepto complejo a especialistas de tu área que traducirlo para un público general que necesita contexto, ejemplos y simplicidad.
Más allá de la necesidad de adaptar a la audiencia, también hay que considerar que las comunicaciones en público tienen características que las diferencian de las de en privado.
En nuestras conversaciones e interacciones en privado solemos hablar de manera espontánea. La mayor parte de las veces la conversación no tiene un objetivo claro ni un tiempo predeterminado. Improvisamos, nos interrumpen, respondemos al instante, cambiamos de tema. Además la otra persona está ahí, delante, lo que permite ajustar tono y energía, según sus reacciones, de inmediato.
Hablar en público, en cambio, es otra historia.
Rara vez una comunicación en pública es aleatoria. Casi siempre existe un objetivo: informar, inspirar, persuadir, etc. Tampoco es espontánea, suele haber una preparación previa, tanto del contenido como de la forma. El tiempo es limitado, al igual que limitada es la interacción con el público: nadie te interrumpe a mitad de una frase. Y por último, muchas veces hay una distancia física entre comunicador y audiencia que altera la percepción de la dinámica comunicativa.
A estas características de la comunicación en público, debemos añadir que el concepto de “hablar en público” es amplísimo. Recoge situaciones de lo más diversas, distintas y a veces distantes entre sí, ya que el contexto o situación determina el tono de la comunicación.
No es lo mismo:
-
intervenir en una reunión con compañeros para informar sobre un proyecto,
-
hacer una presentación de ventas formal ante potenciales clientes,
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ofrecer una ponencia en una conferencia profesional en un auditorio,
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comparecer en una entrevista televisada,
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pronunciar un discurso en la boda de tu mejor amigo,
-
o comunicar profesionalmente en radio, televisión o política.
Cada situación exige un nivel distinto de expresividad, energía y estructura.
Hablar en público es, pues, plural y versátil: exige adaptar la comunicación al contexto, a la audiencia y al propósito.
Y nadie dirá que por adaptarnos estamos “fingiendo”. Muy por el contrario, si utilizamos en distintas situaciones siempre el mismo tono y registro, seguramente no cumpliremos con las expectativas que cada situación exige y se nos tildará de “malos comunicadores”.
ENTONCES… ¿HABLAR EN PÚBLICO ES ACTUAR?
Y aquí va la respuesta que le di a mi cliente.
Hablar en público NO implica actuar. Al menos no en el sentido teatral del término.
Cuando comunicas en público no tienes que interpretar un personaje, ni dejar de ser quien eres. No tienes que fingir (a menos que quieras hacerlo, pero esa es harina de otro costal).
Lo que sí implica es un desempeño, una performance –así me gusta llamarle- que requiere ajustar la manera de comunicar. Exige una forma de hacer diferente a la comunicación conversacional del uno a uno.
Porque comunicar en público es un acto con sus propias características y reglas, distinto del habla en privado. Eso es un hecho. Y nos toca adaptar nuestra comunicación a esa realidad, especialmente si queremos obtener resultados.
Obviamente las primeras veces, como en todo, seguramente te sentirás incómodo. Es esperable y normal. Después de todo, estás saliendo de tu zona de comfort de la comunicación a la que estás habituado.
Ahora bien, ¿tiene que ser ese desempeño o performance algo rígido o uniforme? ¿Existe una regla universal que diga que todas las personas deben comunicar de X forma en Y situación? ¿Tienes que hablar como Steve Jobs -o como cualquier otro referente- para ser eficaz?
Claramente no. Existen comunicadores y oradores de todos los colores, estilos y sabores. A la realidad me remito.
Cada persona tiene su manera natural de ser y comunicarse en el día a día. Ese es el punto de partida. Lo más cómodo es comunicar desde tu propia personalidad. Ser tú mismo, con el estilo que te sale de forma natural o bien que deseas proyectar.
Ahora bien, ojo con lo siguiente: existen técnicas, herramientas y recursos que aumentan la eficacia del mensaje. Tanto en el diseño de ideas y la presentación de argumentos, como en la la puesta en escena de la comunicación. Y se utilizan desde hace literalmente miles de años, como ocurre con las figuras retóricas.
Ignorar estos recursos de eficacia probado a lo largo del tiempo no tiene sentido. Al menos, así lo veo yo.
Conocer estas herramientas y aprender a utilizarlas a voluntad para provocar en los demás determinados efectos, integrándolos en tu performance con tu propio estilo, es una estrategia lógica y razonable para llegar a convertirte en un gran comunicador.
Es algo similar a aprender técnicas para sobresalir en actividades diversas, como el deporte, la danza o el arte. Cada cual tiene sus técnicas y entrenamientos.
Y este desarrollo está al alcance de cualquier persona con las ganas y que esté dispuesta a salir de su zona de confort. Porque, como he explicado a lo largo de este post, los humanos somos perfectamente capaces de ajustar nuestra manera de comunicar según el destinatario, el contexto y la necesidad. Y lo hacemos constantemente.
Eso sí, el desarrollo de esa capacidad/habilidad no ocurre de manera espontánea, casual o por accidente.
Sentirte cómodo y confiado al aplicar las herramientas de la oratoria y la retórica, y lograr que tu performance al hablar en público revista la misma fluidez que tu comunicación en privado, requiere intención, constancia y disciplina. Y por supuesto, práctica.
Por eso mismo, no todos —de hecho, pocos— llegan a comunicar en público con verdadero impacto.
Acompañar a las personas a encontrar ese punto dulce en el que integran estos recursos con naturalidad y fluidez es, precisamente, el corazón de mi trabajo como coach de oratoria.
IDEAS FINALES
A medida que desarrollas tus conocimientos y tu experiencia como comunicador, amplías tu capacidad para adaptarte con flexibilidad a distintos tonos y registros.
Cuanta más versatilidad cultives, más facilidad tendrás para moverte entre contextos diferentes: una reunión pequeña, un auditorio lleno, un discurso solemne o una presentación estratégica.
Y cuanto mejor logres adaptarte a cada situación, mayor impacto generarás y más eficaz serás en alcanzar tus objetivos.
Aprender a hacerlo es un proceso continuo. Siempre estamos afinando y creciendo: tú, yo y los mejores. Así es la naturaleza del bello arte de la oratoria.
Este artículo ha sido escrito por JC Durán como un aporte al conocimiento y divulgación de las buenas prácticas de la oratoria y el hablar en público.
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