12 falsos mitos y creencias erróneas sobre presentar en público
Desde que descubrí el mundo de la oratoria y la retórica, hace unos cuantos años ya, supe que había encontrado una pasión que me acompañaría toda la vida.
Al avanzar en ese camino me fui dando cuenta de algo importante: tenía muchos preconceptos equivocados sobre lo que hace a un buen orador y a una presentación efectiva. Ideas y creencias que, en algunos casos, me impedían mejorar y que hube de descubrir y desterrar.
Son creencias ya superadas, que suelo compartir con las personas a quienes ayudo con su comunicación en público para que puedan identificarlas sin necesidad de tener que pasar por los peajes por los que tuve que pasar yo en su día.
Y hoy voy a compartirlas contigo. Es una información que te será especialmente útil si estás empezando. E incluso si ya llevas un tiempo en esto de la comunicación oral, seguramente descubrirás algo nuevo.
Vamos ahí.
1. Saber hablar en público es un talento natural.
Falso. Hablar bien en público no es un don con el que se nace. Es una habilidad que se aprende, se entrena y se domina. ¿Que hay gente a la que se le da más fácilmente? Sí, como en todo. Pero tú tienes que ocuparte de trabajar lo tuyo. Mírame, yo soy prueba de que el esfuerzo vale la pena: no empecé con grandes dotes, pero el aprendizaje y práctica constante me transformó.
2. Toda presentación necesita un PowerPoint.
La mayoría de las presentaciones más impactantes y discursos memorables no requirieron de un Power Point. ¿Que a veces unas diapositivas pueden ser de utilidad? Por supuesto que sí. No digo que no. Digo que analices si vale la pena hacerlo en cada ocasión y que dosifiques su uso. Y sobre todo, por favor, no te escondas detrás de las diapositivas cuando presentas. La gente ha venido a escucharte a ti presentar tu tema, no a leer de una pantalla.
3. Cuando hablas en público es deseable ser espontáneo.
Si ser espontáneo supone improvisar, entonces re-falso. ¿Que muchos grandes comunicadores suenan naturales y espontáneos? Sí, en efecto, pero que no te engañen. La buena improvisación está muy ensayada. Ya lo decía el célebre Mark Twain: “Normalmente me lleva más de tres semanas preparar un buen discurso improvisado.” La realidad es que si te pones a comunicar sin un plan ni preparación previa, estarás comprando un billete directo al fracaso, sobre todo cuando no tienes experiencia comunicando en público.
4. Un profesional que presenta en público debe mostrar seriedad.
Que una presentación sea profesional y efectiva no implica que el orador sea frío, acartonado o distante. La sonrisa es un conector natural tremendo que te ayuda a conectar con la audiencia al tiempo que te relaja. Y sobre todo no descartes el humor. Bien usado es un recurso poderoso: rompe el hielo, libera tensiones y hace tu mensaje más memorable, también en contextos corporativos. Si no me lo crees te invito a que veas la famosa presentación del iphone de Steve Jobs.
No señor. Si una cosa he aprendido en estos años es que cuando se trata de hablar en público, menos es más. La capacidad de atención y retención del ser humano en una comunicación oral es muy limitada. Es mejor ser claro y conciso con un par de ideas clave, que abrumar y confundir a la audiencia con demasiada información. Es lo que yo llamo el error Godzilla. Ya lo dijo el gran Baltazar Gracián: “lo bueno si breve, dos veces bueno.”
6. El contenido es más importante que la forma.
La comunicación eficaz es una moneda de dos caras: tan importante es qué dices como el cómo lo dices. Un contenido valioso, si se transmite de forma plana, monótona o aburrida, pierde fuerza y se olvida rápidamente. Por otro lado, una presentación espectacular no convierte un contenido malo o mediocre en uno bueno. No se trata, pues, de elegir entre fondo o forma: toca trabajar ambos elementos, contenido y entrega de ese contenido.
7. Existe una manera correcta de hablar en público.
Los seres humanos somos diversos. Los oradores también. Fíjate que cada gran orador tiene su estilo, y no hay dos iguales. Algunos son formales, otros distendidos; unos proyectan autoridad, otros cercanía. Para gustos, los colores. La clave está en encontrar tu propia voz y ser auténtico. La mejor versión de ti mismo siempre es la más poderosa y con la que te sentirás más a gusto.
8. Debo dejar de sentir nervios para presentar bien.
Te tengo dos noticias: una buena y una mala. La mala: los nervios nunca se van del todo. La buena: no necesitas que se vayan para dar una gran presentación. Las mariposas en el estómago son naturales y, en muchos casos, una señal de que te importa hacerlo bien. Está claro que el miedo a hablar en público existe, pero la realidad es que el público casi nunca nota tus nervios tanto como tú crees.
9. Si alguien bosteza o mira su móvil, es porque lo estoy haciendo mal.
No necesariamente. Tal vez esa persona durmió mal, recibió un mensaje urgente o simplemente tiene un mal día. No puedes saberlo ni tampoco controlarlo. Siempre es bueno estar pendiente de las reacciones de la audiencia, pero no te distraigas por señales aisladas. Simplemente enfócate en dar lo mejor de ti.
10. Mi acento o forma de hablar me resta credibilidad.
Especialmente en presentaciones en otro idioma, muchas personas se cohíben por su acento. Incluso en personas que hablando el español, lo tienen que hacer en otro país hispanohablante. Ojo con lo siguiente: sonar como un nativo, no es requisito para una comunicación eficaz. Sí lo es ser claro, ameno y relevante. La perfección gramatical no es lo que te hará destacar, créeme. Dedicar demasiado tiempo a ello, o a memorizar tu presentación es un tiempo mal invertido.
11. Los datos son determinantes para persuadir.
Sobre todo en el ámbito corporativo se sobrevalora el uso de datos y se subestima el poder del storytelling. Sobre todo personas que provienen de entornos de ingenierías y que a diario trabajan con datos, números y estadísticas. Los números son importantes, sí, pero los relatos les dan vida y contexto. El relato da vida al dato.
12. No tengo historias que valgan la pena contar.
Todos tenemos algo valioso que compartir. Tus experiencias, fracasos, logros y aprendizajes pueden ser exactamente lo que alguien necesita oír. Las mejores historias no son épicas ni perfectas: son reales y personales. Vale la pena el esfuerzo de encontrarla y pulirlas porque una buena historia te ayuda a mantener la atención, a hacer más memorable tu mensaje y a conectar emocionalmente con la audiencia.
IDEAS FINALES
Ojalá este breve análisis de estos mitos que creí durante años y que finalmente desterré, te sirva para avanzar más ligero, más libre, y con más confianza en tu camino como comunicador.
Si te interesa desarrollarte como comunicador ponte en contacto conmigo.
Este artículo ha sido escrito por JC Durán como un aporte al conocimiento y divulgación de las buenas prácticas de la oratoria y el hablar en público.
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