Saber hablar en público, una habilidad como cualquier otra
¿Alguna vez te tocó presenciar una estupenda presentación, conferencia o discurso, y después de concluida escuchar a alguien decir algo del estilo: “qué gran presentación, se nota que es un orador nato”?
A mí, sí. Unas cuantas. De hecho, yo mismo lo dije alguna vez.
Pero, ¿Existe tal cosa en realidad? ¿Existen los oradores natos, esas personas que nacen con un super-talento para comunicar en público?
O su derivada más inquietante, sobre todo si actualmente no se te da bien hablar en público y te gustaría mejorar: ¿Se requiere poseer un talento excepcional para poder comunicar en público con excelencia?
Hasta donde yo sé no se ha conocido el caso de ningún bebé que haya llegado al mundo con el carnet de orador profesional bajo el bracito regordete. No existe la madre que afirme haber visto en los tiernos ojos de su recién nacido la luz refulgente de un orador brillante.
Atiende y apunta, la verdad es la siguiente: hablar en público es una habilidad como cualquier otra.
Compleja, sin duda, y que requiere práctica. Pero una habilidad al fin y al cabo.
Y, sí. Al igual que ocurre con cualquier otra habilidad, hay personas a las que se les da con más facilidad que a otras.
Algunas personas poseen un talento especial que les permite llegar a ser futbolistas increíbles, otras músicos alucinantes, otros escritores sobresalientes. Y ciertamente, hay quienes tienen una facilidad especial para llegar a ser oradores extraordinarios.
Espera ¿te estás empezando a poner nervioso o nerviosa porque no es tu caso? Tranquilo. Para tu información y consuelo tampoco es el mío, ni el de la inmensa mayoría de grandes oradores y presentadores.
De hecho, en mi experiencia diría que 1 de cada 10 oradores que he conocido reconocen que siempre disfrutaron hablando en público y que nunca se les hizo cuesta arriba.
Afortunadamente, los otros 9, que no hemos nacido con esa disposición, podemos llegar a ser nuestra mejor versión de orador si nos lo proponemos. Y con eso, te lo aseguro por experiencia propia, tendrás más que suficiente.
Yo, por ejemplo, recuerdo que con 18 años, no me atrevía ni a hablar con un desconocido en la calle de lo tímido que era.
Durante la escuela y más adelante en la universidad, cuando tenía que hablar en público, me subían los colores por toda la cara y sentía como mis cachetes y orejas se calentaban como carbones al rojo vivo y se hinchaban como globos a punto de explotar. Sin duda, no lo vivía como la situación más estimulante.
Pero fíjate que ello no fue impedimento para que años más tarde me convirtiese en campeón de oratoria de España. Eso sí, con esfuerzo y trabajo de por medio. No le faltaba razón al presidente Roosevelt al decir que la disciplina vence al talento.
Resumiendo: hablar en público es una habilidad como cualquier otra. Se aprende, practica y perfecciona con trabajo y un método adecuado.
Puedes probar suerte y recorrer el camino largo, dedicando muchos años al ensayo y error (como hice yo mismo) o bien puedes ir por el atajo del aprendizaje más formal con un curso, entrenamiento o mejor aún con el apoyo de un coach que acelere tu curva de aprendizaje y mejora.
La verdadera pregunta relevante no es, por tanto, si existen o no los oradores natos, sino ¿estás dispuesto a poner lo que hace falta para convertirte en el mejor orador que puedas ser?
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