Hablar en público sobre temas que no dominas
¿Sabes cuál es el lugar más incómodo para hablar en público?
No se trata de un lugar mal iluminado que recuerda a un set de película de terror, o con una acústica que te obliga a gritar como si estuvieses en una convención de jubilados, o con una nula ventilación que hace que tu público sude como en una sauna finlandesa.
Ciertamente lugares así son incómodos para hablar en público y deberías tratar de evitarlos porque restan posibilidades de éxito a tu presentación.
Pero en este post no voy a hablar de un lugar físico. Hablaré de otro tipo de lugar. Un lugar mental que produce incomodidad, estrés y que además puede provocar que tu presentación resulte un tremendo fracaso. Un lugar en el que me ha tocado estar alguna vez y que muy probablemente tú también conoces.
Presta atención: el lugar más incómodo desde el que he hablado en público es…. la ignorancia. O para ser más sincero, la ignorancia disimulada.
Me refiero a esa incómoda situación en que por X motivo te has puesto en la posición de hablar ante un grupo de personas sobre un tema del que sabes algo, pero no al grado de dominarlo. Tú eres consciente de ello, pero tu audiencia no.
De hecho, lo más probable es que el público piense que sí sabes muy bien de lo que hablas. De lo contrario, ¿por qué estarían ahí para escucharte? Seamos realistas, además de tu mamá, pareja y amigos sin oficio conocido, nadie está dispuesto a sacrificar su valioso escuchando a principiantes. Yo no. Me imagino que tú tampoco.
Sin embargo, como oradores a veces aceptamos oportunidades de comunicar en público, sin que nos consideremos expertos, bien porque estamos empezando, porque queremos empezar a hacernos un nombre en nuestro sector, porque nuestra jefa no nos deja alternativa o por otros motivos.
“Sólo debes hablar de temas en los que seas experto” sentencian con gravedad muchos formadores en comunicación. Y bueno, en un mundo de hadas y unicornios todos hablaríamos ante una audiencia sólo y únicamente cuando dominemos el tema al 100% y seamos maestros en el arte de la oratoria.
Pero en el mundo real nos toca, como dijo el poeta Machado, hacer camino al andar. Antes de ser experto en un tema y en comunicarlo tendrás que pasar por muchas presentaciones sin ser ni lo uno ni lo otro.
El hecho es que cuando te encuentras con este panorama, sabes que estás expuesto. Puedes quedar en evidencia en vivo y en directo y entonces tu reputación, la mucha o poca que tengas, quedará dañada. ¿Cómo no ponerte nervioso, inseguro, incómodo? ¿Qué hacer en tal escenario?
Te digo lo que haría yo.
Existen muchas maneras y técnicas para plantear un contenido que destaque tus fuertes, reencuadre tus débiles e incluso responda a objeciones por anticipado. Si lo haces así, maximizas tus posibilidades de éxito y minimizas las de fracaso.
Pero no es la idea de este post entrar en cómo trabajar tu contenido. Prefiero centrarme en un momento previo clave. El momento en que decides si aceptas o no esa invitación.
La pregunta clave que debes hacerte entonces es: ¿en qué medida poseo las competencias para alcanzar el éxito en esta presentación?
Esas competencias son dos: la competencia temática y la comunicacional.
La regla general es que posees competencia temática cuando acumulas conocimientos y experiencia sobre el tema del que vas a hablar. Es crucial que tomes en cuenta lo siguiente: además de tu auto-valorar tu nivel de expertise, piensa también en la percepción que pueda tener tu audiencia sobre tu nivel de competencia temática.
Me explico. Con una misma presentación, dos audiencias distintas te pueden considerar más o menos experto. Por ejemplo, si eres un profesional junior en marketing digital y preparas una charla básica sobre “Cómo usar LinkedIn para profesionales” para un grupo de abogados, seguramente te considerarán mucho más experto que si das la misma charla ante un grupo de marketers digitales seniors, que te echarán el mal de ojo por hacerles perder su valioso tiempo.
Si la audiencia no es de expertos en el tema, ni tampoco asistirán otros oradores que lo sean, puedes pensar en participar.
En cualquier caso, aunque los organizadores te digan que no hace falta que seas el experto número uno de tu ciudad en el tema, deberías ser al menos un buen conocedor del tema, u ofrecer a ese público una perspectiva distinta y fresca del mismo.
Ahora veamos la competencia comunicacional. La tienes si sabes cómo encarar con éxito una situación de comunicación en público para ofrecer una charla interesante, comprensible y compacta.
Si ya eres competente comunicando, no hay mayor problema. Aunque si estás leyendo este post, lo más probable es que no sea tu caso. Si sabes comunicar “un poco”, analizar el contexto es, nuevamente, clave.
Pregunta al organizador cómo será la audiencia y qué tan acostumbrada está a los buenos oradores. Investiga el posible nivel de exigencia de tu potencial público. Además, pregunta si habrán otros oradores y quiénes son. Investiga su nivel como oradores. Lo último que te interesa es quedar como el “peor presentador del día”.
Para concluir, en ocasiones te tocará hablar en público sin ser un gran experto. Asumir riesgos e ir creciendo en el camino es parte del juego.
Sin embargo, no te conviene aceptar a ciegas la primera oportunidad que se cruce en tu camino. Analiza la ocasión desde las competencias temática y comunicacional y decide. Investiga antes de aceptar, no después.
En todo caso siempre, siempre, siempre prepárate muy bien tu presentación. Como dijo Ben Franklin, el genio de la melena que aparece en el billete de cien dólares, “fallar en prepararte, es prepararte para fallar”.
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