Lánzate a hablar en público: o triunfas o aprendes
El 22 mayo de 2019 fue especial para mí. Aquél día gané el primer lugar en el Concurso de Oratoria de Toastmasters en España. Algo así como la Liga, pero de hablar en público.
Y quizá te preguntes: ¿existe semejante cosa? Sí, existe. Y son concursos que se realizan en todo el mundo. Toastmasters es una organización de alcance global.
Volviendo al tema; ganar ese reconocimiento fue para mí muy relevante. Pero la lección que me dejó esa experiencia fue más importante aún. Y quizá tú también puedas encontrarla de utilidad. Me explico.
Obtener el primer lugar implicó superar a representantes de casi 50 clubes de oratoria de toda la península. El concurso se extendió a lo largo de tres meses, durante cuatro fases eliminatorias. Finalmente los jueces me votaron como ganador en discursos en castellano, sin ser yo español, cosa que no había ocurrido antes, ni ha vuelto a ocurrir desde entonces.
Fue un momento importante para mí. En la foto de este post me puedes ver en la gala de premiación, sonriente junto a ganadores de otros idiomas. Estaba más contento que unas castañuelas.
Pero esa es la instantánea de un momento. Sólo eso. No dice nada de todo el camino que tuve que recorrer para poder llegar hasta allí.
Años atrás me había puesto el objetivo de ganar ese concurso. Y lo intenté varias veces. De hecho, esa fue mi cuarta participación. Los tres años anteriores había quedado en el camino. Sin trofeo, sin sonrisa, ni momento triunfal.
La razón era clara. Me había enfrentado a oradores más experimentados. Mis discursos eran buenos, sí, pero los de mis rivales habían sido aún mejores. Y para ganar un concurso, cualquier tipo de concurso, no basta con ser bueno o muy bueno; tienes que ser el mejor.
El caso es que durante esos años vi a muchos contendientes que lo intentaron una, dos, algunos hasta tres veces. Nadie cuatro. Pero yo no me di por vencido.
Porque cada año que competía, aprendía cosas importantes. Me acercaba más a mi objetivo. Avanzaba.
Al menos, esa era la perspectiva que decidí adoptar inspirado por una frase que había leído en un libro sobre liderazgo: “los años arrugan el cuerpo, pero rendirse arruga el alma”.
Finalmente al cuarto intento, lo logré. Para entonces ya tenía los recursos, el conocimiento y las habilidades necesarias. Nadie me superaría. Y ahí me ves en la fotografía.
Seguro que tú también tienes tus objetivos. Y seguro que también tienes tropiezos y tus propios desafíos.
No te des por vencido. Ten paciencia y persevera. Grandes cosas te esperan.
Porque el fracaso no existe; o bien ganas o bien aprendes.
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