Qué es la falacia ad verecundiam o falacia de autoridad
Una de las estrategias argumentativas que más se estila en conversaciones cotidianas es apelar a una autoridad que valide nuestra afirmación. Aunque esa autoridad a la que nos referimos, a veces !seamos nosotros mismos!
Es lo que se conoce como el argumento ad verecundiam, también como la falacia de la autoridad. Un tipo de razonamiento erróneo.
Estoy seguro de que todos hemos utilizado y nos han aplicado esta falacia en alguna ocasión. La mayoría sin darnos cuenta y de manera inocente.
Cuando hablamos de comunicación en público, también es el pan de cada día. En muchos casos se utiliza de manera intencional, con finalidades de manipulación. Sólo hace falta con leer el periódico o encender la TV y te encontrarás muy rápidamente con estas falacias, como explico más adelante.
Así, conviene que sepas en qué consiste su mecánica, para poder contrarrestarla o bien apelar al argumento de autoridad, de manera correcta.
¿Suena interesante?
A continuación tienes la explicación de los detalles y matices de la falacia ad verecundiam, en 5 minutos de lectura. Vamos ahí.
QUÉ ES LA FALACIA AD VERECUNDIAM
La falacia ad verecundiam, o falacia de autoridad, consiste en buscar la aceptación de una idea, sobre la base de que otra persona, que goza de autoridad o prestigio, la sostiene.
Esta falacia depende del supuesto de que si una persona que tiene algún tipo de autoridad, prestigio, fama o poder, considera que algo es verdadero, tú también debes aceptarlo como verdadero.
Por ejemplo: “Mi amigo Mario, que estudio economía, dice que es buen momento para invertir en acciones de la empresa farmacéutica Ponzi SA. Es una oportunidad de oro.”
Que alguien haya estudiado economía en la Universidad, no implica que sepa los detalles de la actualidad del mercado de valores en un sector dado y menos aún el estado de una empresa en particular.
O la muy clásica falacia laboral: “¡Porque lo digo yo, que soy tu jefe!”. El hecho de que seas el jefazo, no te convierte automáticamente en fuente de sabiduría y maestro en argumentación lógica. Eso sin mencionar lo grosero y pedante que suena la frasecita de marras.
Si has seguido mi serie de artículos sobre qué son las falacias, te darás cuenta de que esta falacia es el opuesto de la falacia ad hominem. En está última buscamos desacreditar una idea por venir de una persona, en la falacia ad verecundiam otra buscamos dar crédito a una idea por venir de alguien.
CAUSAS DE LA FALACIA DE AUTORIDAD
¿Por qué la falacia de autoridad es un argumento defectuoso o falaz?
Porque la veracidad del argumento no se funda en el análisis lógico y razonado de evidencias, sino exclusivamente en la supuesta autoridad, fama o credibilidad de alguien. Y esto no es garantía de nada.
Puede ocurrir, por ejemplo, que el argumento sea falaz, porque la supuesta autoridad no es tal. Esto es algo que se ve todo el tiempo en el mundo de la publicidad, a través de los patrocinios o endorsements. Figuras y famosos del deporte, cine, música o la TV recomendando lavavajillas, planes de pensiones o pastas dentales. ¿Qué tiene que ver eso con su ámbito profesional? Nada. ¿Son expertos en los productos de los que hablan? Lo más seguro que tanto como tú o yo. Pero igualmente las empresas pagan por ello, porque funciona para estimular las ventas, por aquello del efecto halo.
En otras ocasiones, aunque la autoridad sea relevante en el tema discutido, puede ser cuestionable. Cabe la posibilidad de que sostenga opiniones que luego se verifican como erróneas, bien involuntaria o bien intencionadamente, como tantas veces ha ocurrido antes. O que exista algún tipo de conflicto de intereses de por medio.
También pueden existir posiciones diametralmente opuestas, ambas sostenidas por autoridades reputadas, como por ejemplo el caso de las causas del calentamiento global.
Como fuere, está claro que una opinión no es, desde el punto de vista racional, suficiente argumento de validación. Aunque, no por ello retóricamente deja de ser una potente arma de persuasión.
ARGUMENTOS DE AUTORIDAD ACEPTABLES
No todos los argumentos de autoridad son falaces. Existen argumentos de autoridad que sí son válidos.
De hecho, muchos de los aprendizajes que hemos adquirido en nuestra vida han sido a partir de argumentos de autoridad: Padres, profesores, entrenadores, autores de libros. Aprendemos de ellos, confiando en que lo que dicen es cierto.
Y es que es humanamente imposible verificar toda la información que pasa por nuestras manos. A menudo debemos confiar en la opinión de expertos al sacar conclusiones sobre cuestiones técnicas en las que carecemos del tiempo o la experiencia para formar una opinión informada.
Los argumentos de autoridad son admisibles si estimamos razonable confiar en el comunicador de la información. Por ejemplo, si la OMS afirma que el consumo de Tabaco es nocivo para la salud, es razonable confiar en una fuente de autoridad tan contrastada.
También es razonable escuchar con más atención a quien creemos que conoce mejor un tema, porque tienen una acreditación o autorización especial. Es el caso de médicos, abogados o contables.
LA CREDIBILIDAD Y EL ETHOS DEL COMUNICADOR
Cuando se habla de retórica, es decir de persuasión, ya desde la antigua Grecia se afirmaba que la credibilidad es clave para persuadir. Por eso decía Aristóteles que la persuasión tiene tres pilares, logos, pathos y ethos. Este último, la credibilidad, se relaciona con el argumento de autoridad.
Considera lo siguiente: la autoridad está estrechamente relacionada con la influencia. Si los demás te confieren autoridad, serás capaz de influir en el pensamiento, comportamiento y la actitud de las personas que lo rodean. Como quedó demostrado en le tristemente célebre experimento de Milgram.
Cuanto menos educada y capaz sea la persona, más le importará la opinión de las autoridades.
Por el contrario, las personas más informadas y críticas tienden a cuestionar el punto de vista de los expertos y convertirse ellos mismos en líderes y autoridades.
Por esto mismo, es importante afirmar nuestra autoridad de distintas maneras o si es prudente recurrir a las de otras personas, pero siempre con cuidado de no caer inadvertidamente en las falacias, sobre todo de la autoreferencia.
USOS DE LA FALACIA DE AUTORIDAD
Los seres humanos somos criaturas gregarias y concedemos importancia a las jerarquías y muchas veces reverencia a los líderes. La falacia de autoridad puede resultar útil para apelar a este sentimiento para validar una idea, generando emociones. Por ejemplo:
- Intimidar en base a la referencia a alguien importante, a quien no está visto discutir. Si así se hiciese el interlocutor pasaría por maleducado o insolente.
- Cuando la audiencia sigue fuertemente a determinadas figuras de autoridad, sin cuestionarlas.
- Como un ejemplo de apoyo de una conclusión, pero solo eso, como apoyo.
CÓMO DESMONTAR LA FALACIA AD VERECUNDIAM
Para desmontar la falacia de autoridad, debes demostrar que la otra parte no realiza una argumentación lógica, sino que únicamente se refiere uno a la autoridad como fuente de la verdad. Y que esta autoridad es cuestionable. Los siguientes casos son muy usuales:
- Cuando la autoridad citada o traída a colación no es realmente experta en el tema tratado.
- Cuando el planteamiento de la autoridad no corresponde al consenso existente entre la mayoría de expertos en la materia.
- Cuando la autoridad puede ser cuestionada en su imparcialidad.
- Cuando se apela a un grupo indeterminado. “Los científicos opinan que…”
- Cuando la autoridad no ha afirmado lo que se plantea, es decir hay una distorsión por parte de quien argumenta.
- Cuando quien argumenta se pone a sí mismo, como autoridad (el clásico, “porque lo digo yo que soy tu jefe”).
Por otra parte, si la cuestión en discusión puede ser argumentada a partir de evidencia que puede ser fácilmente obtenible, debemos mostrarla.
IDEAS FINALES
La falacia de apelar a la autoridad es común en la vida cotidiana, la publicidad y la política. Aceptar un argumento como válido solo porque alguien reputado también lo sostiene, puede conducirnos al error.
La idea es analizar siempre el tema del que se habla y ver si coincide con la autoridad citada para respaldar la idea o argumento.
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Este artículo ha sido escrito por JC Durán como un aporte al conocimiento y divulgación de las buenas prácticas de la oratoria y el hablar en público.
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