Como convertirte en un gran orador: ¿hace la práctica al maestro?
La práctica hace al maestro dice el conocido refrán popular. Y son alrededor de 10.000 horas de práctica las que necesitarías para convertirte en experta en cualquier campo o actividad. O al menos esa es la hipótesis de Malcom Gladwell en su libro bestseller “Fueras de Serie”, que a estas alturas se ha convertido ya en una verdad popular.
Sobre este punto, permíteme compartir contigo un momento importante de mi carrera de orador, inmortalizado en la imagen de cabecera de este post. Es una instantánea del discurso con el que gané el título de campeón de oratoria de España de Toastmasters International, en Barcelona, el año 2017.
No sé si llegado aquél momento había dedicado las 10.000 horas de Gladwell a afinar mis habilidades como comunicador, pero seguramente estaba cerca de ese número. En todo caso, mucho tiempo y esfuerzo dedicados al estudio y, sobre todo, a la práctica de la oratoria.
Porque más allá de si estás o no de acuerdo con el número de horas necesarias, creo que podemos coincidir en lo siguiente: para alcanzar la meta de la excelencia en cualquier actividad -y eso incluye también hablar en público- vas a tener que pasar, sí o sí, por el peaje de la práctica.
¿Y por qué es importante la práctica? La práctica te permite desarrollar soltura en la ejecución de cualquier habilidad. A través de la repetición desarrollas automatismos; la capacidad de poder responder ante una situación o estímulo de una determinada manera con rapidez y fluidez, sin necesidad de detenerte a pensar cuál es el siguiente paso que debes realizar.
No hay otro camino: en el desarrollo de cualquier tipo de habilidad, si no practicas no avanzas.
Dicho así parece una verdad más grande que un piano. Pero a mí, que soy un poco cabeza dura, es algo que me tomó su tiempo entender.
Hace años atrás, cuando empecé a interesarme en mejorar como orador, hice lo que muchos: compré una pila de libros sobre cómo hablar en público. Los leí todos de principio a fin con gran atención, entusiasmo y expectativa. Comprendía los conceptos a la perfección, todo tenía pleno sentido…, pero a la hora de la verdad no lograba mejoras relevantes. Seguía comunicando de pena. Bastante frustrante, la verdad.
¿Qué me faltaba? Dar un uso real a aquella información. Poner la teoría en práctica. Convertir el conocimiento en habilidad.
Porque la realidad es que nadie jamás aprendió a hablar en público, o a nadar, o a bailar sólo leyendo libros o manuales.
En el desarrollo de habilidades no basta con entender intelectualmente cómo se hace algo. Con sólo memorizar procesos y secuencias de pasos no vas a ninguna parte.
Tienes que ejecutar ese conocimiento, ponerlo en práctica. Y como que dos y dos son cuatro, vas a dar algunas presentaciones patéticas mientras aprendes a presentar; vas a tragar unos cuantos litros de agua mientras aprendes a nadar y vas a pegar varios pisotones en callos y juanetes mientras tratas de seguir el ritmo sabrosón con tus caderas. Es inevitable. Como decía mi abuela: nadie nació aprendido.
Ahí entra en juego tu voluntad y perseverancia. Cuanto más ejecutas más hábil te haces. Cuanto más hábil eres mejor ejecutas.
Ahora bien, hasta aquí, creo que no existe discrepancia en que sí, efectivamente, la práctica hace al maestro.
Pero esta afirmación es incompleta. Le falta algo que debes tomar en cuenta para poder obtener todo el zumo de la jugosa naranja de la práctica. Se trata de una lección valiosa que he aprendido a lo largo de los años estudiando, practicando y enseñando oratoria. Y es el meollo de todo este post. Veamos.
Cuando hablas en público, muchas veces recibes feedback de los demás sobre cosas que podrías mejorar. Incluso, si tienes videograbaciones (yo siempre que puedo me grabo), tú mismo detectarás algunos errores que luego puedes corregir.
Hay fallas que saltan a la vista. Suelen estar relacionadas con la manera en que presentas. Se notan rápidamente, sin mayor esfuerzo ni análisis. Que el orador se balancea nerviosamente de un lado al otro, que habla demasiado rápido o demasiado lento, que cada diez segundos mira hacia el techo, que está todo el tiempo con las manos cruzadas como monje benedictino, etc.
Sin duda, detectar y corregir estos errores es algo muy positivo para tu desarrollo como orador. Sin embargo, existen otros aspectos mucho menos evidentes, pero fundamentales del hablar en público, que una audiencia cualquiera, o tú mismo, serás incapaz de identificar.
Imagínate esta situación. Das una presentación y, sin darte cuenta, cometes 3 errores. Nadie te dice nada. Das la misma presentación otras 5 veces. Y en todas ellas cometes los 3 mismos errores. ¿Qué es lo que está ocurriendo? Que te estás reafirmando en esos errores. Así es, ¡estás practicando el error! Y cuanto más practiques el error más difícil se te hará corregirlo después, porque quizá se habrá convertido ya en un mal hábito.
Y esto es lo que precisamente ocurre con muchas personas que, a pesar de acumular un montón de horas de presentaciones en público, claramente fallan en algo. No persuaden, no emocionan, no conectan. ¿Por qué? Porque cometen errores de base y a fuerza de repetirlos los convierten en malos hábitos. He conocido a muchas personas así: jefes de trabajo, políticos, profesores universitarios, entre otros. Seguro que a ti también te viene alguna a la mente.
Apunta lo siguiente: un nivel alto no se logra sólo practicando y repitiendo.
Sí, sí, por supuesto que también tendrás que practicar y repetir. Lo que digo es que no puedes SOLO repetir una y otra vez.
Obtienes el máximo rendimiento de tu práctica cuando te haces fuerte en tus positivos y tomas consciencia de negativos a mejorar; cuando identificas fallos y áreas de mejora entre ejecución y ejecución y los superas. Y así de manera continua, una y otra vez.
Esto es lo que se llama un ciclo de mejora continua. Es fundamental que tengas muy presente este proceso de práctica con mejora continua para lograr aprovechar de la mejor manera tu esfuerzo y tiempo de práctica.
¿Dónde está la verdadera dificultad entonces? La dificultad está en cómo haces para detectar estos errores y descubrir esas áreas de mejora. Claramente no es algo que vayas a poder lograr por ti mismo. Necesitas alguien con más conocimientos y más experiencia que tú.
Es tu responsabilidad y parte del desafío de superarte como orador encontrar el entorno y las personas que te ayuden en el proceso. Podrías, por ejemplo, unirte a un club de oratoria como Toastmasters. O, si buscas acelerar al máximo la curva de aprendizaje, puedes buscar un coach de hablar en público que te ayude a encontrar esas áreas de mejora que tú, ahora mismo, con tu nivel actual, eres incapaz de identificar.
Por eso, sí, es cierto: la práctica hace al maestro. Y quien sueñe con lograr la excelencia más vale que se arremangue la camisa y se ponga manos a la obra. Si estás dispuesto a hacerlo y realmente quieres sacar partido a todo tu potencial considera, además, esta actualización del refrán: la práctica y la mejora continua hacen al maestro.
¿Te gustaría llevar tu capacidad de comunicar en público a los niveles más altos? Un coaching para hablar en público puede ser lo que necesitas. Ponte en contacto conmigo.
Otros posts que pueden interesarte
5 Tipos de Lenguaje a evitar en Presentaciones de Venta
- julio 1, 2023
- por JuanCarlos
- en Liderazgo y Comunicación

Los 5 pasos de una Presentación en Público exitosa
